AMNISTIA INTERNACIONAL

sábado, 21 de mayo de 2011

La Confusión Lamentable de Nuestros Dirigentes

Peñalosa y Uribe, el Polo y Samuel Moreno:


La ética y la moral, el derecho y la política son cuatro cosas distintas aunque relacionadas, pero en Colombia se han venido confundiendo por razones de simple oportunismo. El conocido filósofo denuncia esta confusión y analiza sus muy graves consecuencias para nuestra vida pública. 

Moral, ética, política y derecho "El ex presidente Uribe no es un delincuente"; no sería difícil estar de acuerdo con esta declaración de Enrique Peñalosa, el nuevo candidato a la alcaldía de Bogotá por el partido de los Verdes con el apoyo de los uribistas. Al menos mientras los jueces no digan lo contrario. 

Pero resulta que éste no es el problema que divide a los Verdes oportunistas, con Peñalosa a la cabeza, de unos pocos que, con Mockus, sí parecen aún ser consecuentes con los principios fundamentales de la filosofía política: a saber, que moral, ética, política y derecho no son la misma cosa, así desde Aristóteles la ética y la política sean hermanas, y así la moral, la política y el derecho estén tan relacionados desde Kant, que él mismo dijo, en su bondadosa
ingenuidad, que si en algún momento hay conflicto entre política y derecho que no pueda solucionarse por las buenas, es necesario llamar a la moral, la cual solucionará la cuestión al instante. Claro que esto es tan bonito, que no alcanza a ser cierto. 

Lo que sí sigue siendo cierto en la genialidad de Kant es que "a la auténtica política le es imposible dar un solo paso sin haber rendido antes homenaje a la moral". Sin hacer este homenaje, escribe en su Paz Perpetua, no será posible ir acabando con "la terrible guerra", de la que afirma con un pensador griego: "lo malo de la guerra radica en que crea más personas malas que las que elimina". 
Una condena tardía 

Algo semejante a lo que está sucediendo con los Verdes ocurrió no hace mucho con el Polo Democrático Alternativo. 

También ellos confundieron la política con el derecho, al afirmar que no podían descalificar a Samuel Moreno como Alcalde de Bogotá ni a su hermano como Senador, elegidos por ellos mismos y por quienes confiaron en los principios éticos -no necesariamente morales o moralistas- de las directivas de ese partido. 
La dirigencia del Polo prefirió esperar a que fuera el procurador Ordoñez quien interpretara la voz del pueblo y condenara a los hermanos Moreno Rojas, sin distinguir él a su vez entre moral, política y derecho, confusión muy propia de las derechas. 

Sólo entonces resolvieron en el Polo Democrático que se justificaba una sentencia política porque, como decía la mayoría de sus directivas, la justicia no se había pronunciado antes. Como si la política sólo pudiera actuar después del derecho, cuando las cosas son al contrario: el derecho se genera en la política, no en la moral, como en su tiempo lo pensaba Kant y hoy todavía lo piensa el procurador Ordoñez. 

Y todo esto para no recordar la genialidad del expresidente Uribe y de su proto-filósofo de cabecera José Obdulio Gaviria, cuando se les ocurrió inaugurar las sesiones del Congreso con la memorable sentencia de que el Estado de Opinión es la fase superior de la democracia -léase "seguridad democrática"- porque va superando el muy incómodo Estado de derecho. Posición de nuevo muy cercana a ciertos comunitarismos de derecha. 
Confusión y esplendor de la política 

Pues bien, el confusionismo en filosofía política parece habernos llevado no sólo a aceptar lo que predicaba el mismo expresidente Uribe con motivo de los 180 años de su Escuela de Derecho de la Universidad de Antioquia: que hablar de derechas e izquierdas en política es el colmo del anacronismo, algo pasado de moda, casi tan perjudicial para "la patria" como aceptar que hay conflicto armado. 

Pero quizá lo más grave del confusionismo colombiano es no entender ni aplicar a la política la necesaria distinción y relación entre la sociedad civil y lo público y entre ética, política y derecho (el mismo del Estado de derecho y de los derechos humanos). 

En el mismo pasaje de la Paz Perpetua (o Hacia la Paz Perpetuamente, como lo interpretamos muchos), afirma el bueno de Kant que podemos esperar "que llegue algún día, si bien lentamente, en el que la política brille con todo su esplendor". 

Este momento ha llegado para quienes reconocemos que la política no se inventó para conseguir votos para reelecciones tramposas o para contabilizar, comentar y evaluar encuestas de opinión. La política se inventó precisamente como arte de lo posible, es decir para solucionar los conflictos inherentes a la naturaleza humana, caracterizada de nuevo por Kant como "insociable sociabilidad", mediante la lucha política y sus mejores frutos, las Constituciones como cartas de navegación. 

Así, la política nació para solucionar de manera pedagógica, ciñéndose al derecho y respetando los procedimientos, aquellos conflictos que en Colombia nos hemos acostumbrado a resolver mediante la violencia. Se trata de cambiar balas por palabras. 

Aunque aparenten lo contrario en sus palabras y en sus gestos, es propio de los espíritus pusilánimes el negar los conflictos y suplantar la lucha política por clientelismo caudillista y electorero, adobado de una mística guerrerista y patriotera. 

El error 

Se equivocaron pues los ortodoxos del Polo Democrático al renunciar a los principios éticos de la política y acusar de moralistas a quienes desde hacía mucho les exigíamos ser consecuentes con su compromiso ciudadano -descuidado, por decir lo menos, por el Alcalde y el Senador Moreno, dos de sus más destacados dirigentes. 

Y se equivocan todavía más los heterodoxos de los Verdes en alianza con los uribistas ortodoxos cuando no parecen querer distinguir entre no delincuentes legalmente y sí responsables políticamente: por ejemplo, de las chuzadas desde el DAS, de los falsos positivos y de las no menos falsas desmovilizaciones, de la multiplicación milagrosa de subsidios en el Ministerio de Agricultura, de los robos a la salud de los colombianos, mientras el ministro del ramo dizque andaba preocupado por la reelección, de las intimidaciones y la difamación de los jueces, para mencionar tan sólo algunos de los huevitos que calentaron el expresidente no delincuente y su triunfante partido de la "U". 

Por algo el presidente Santos, que como miembro de la U debe saberlo muy bien, dijo hace poco que donde se ponía el dedo, salía pus. Por ejemplo, El Espectador acaba de editorializar sobre la extradición precipitada e inconsulta de los jefes narcos: "los temores de que la verdad de las víctimas se iba a desvanecer con la distancia, se hicieron realidad. Y, para el futuro, nos queda la amarga lección de que nadie más nos va a hacer una tarea que sólo a nosotros nos interesa y corresponde [1]." 

Alternativa basada en principios 

Los Verdes ortodoxos, a quienes los oportunistas denominan "disidentes", sí parecen tener claro que la política tiene que ver con la ética en un sentido de legitimidad y tiene que ver con el derecho en un sentido de legalidad. Sólo cuando se tienen en cuenta estas relaciones, es decir, cuando se hace honor no a la politiquería, sino a la "cultura política" -término tan apreciado por John Rawls en su Teoría de la justicia (1971) y en su Liberalismo político (1993)- sólo entonces se goza de la auténtica popularidad, como la que en su momento despertó la ola verde. 

Tiene toda la razón la afortunada "disidencia", encabezada por Antanas Mockus, Ángela Robledo, John Sudarsky, Liliana Caballero y Juan Carlos Flórez, cuando alerta "sobre el riesgo que conlleva aceptar el apoyo de personas involucradas en escándalos de corrupción, politiquería y atentados en contra de la vida. Esto pone en riesgo el ideario del Partido Verde y, peor aún, el riesgo de perder el respaldo ciudadano". 

Recibir un apoyo de este tipo, dejaría al Partido Verde sin piso moral para constituirse como alternativa fundada en los principios: la vida es sagrada, los recursos públicos son sagrados y "no todo vale". 


Por: Guillermo Hoyos Vásquez: Doctor en filosofía de la Universidad de Colonia, autor de publicaciones numerosas, Profesor Emérito de la Universidad Nacional de Colombia y actualmente profesor de filosofía en la Universidad Javeriana. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario