AMNISTIA INTERNACIONAL

sábado, 27 de agosto de 2011

En Cuba, todos tenemos derechos… e izquierdas.

Muchos son los detractores de Cuba que alegan no estimar a la Isla como un país sin derechos humanos. No pretendo sin embargo, hacer gala de la propaganda política que rondas sobre el tema de los derechos humanos.

Solo me detendré en un “insignificante detalle”, que muchos obvian: El bloqueo, cínicamente llamado embargo, causa estragos en la Isla en todas las esferas y es uno de los causantes de muchas de las necesidades que posee el cubano. El gobierno norteamericano cuando acusa a Cuba de violadora de derechos humanos, no se detiene ante este elemento, aun más lo considera necesario para lograr que la democracia llegue a la mayor de las Antillas. ¿Acaso eso no es violar los derechos humanos y la libre determinación de un pueblo?

A la lista de los perjudicados se suman todos los países que mantienen relaciones comerciales con Cuba. No es de extrañar que en las votaciones de cada año desde hace once años, se gana más adeptos.

En las votaciones del año pasado, 187 países se pronunciaron contra la medida norteamericana, la cantidad más alta registrada sobre ese asunto, con solo tres en contra (Estados Unidos, Israel y Palau) y dos abstenciones (islas Marshall y Micronesia).

Si nos pusiéramos a hablar de las razones, no les diría nada nuevo. Ha costado a Cuba 751 mil 363 millones de dólares, sin contar las limitaciones que tenemos en los distintos sectores de la sociedad como economía, salud, educación.

Podíamos preguntarnos ¿Por qué se ha mantenido esta política por años, aún haciendo daño a la opinión pública de Estados Unidos? Ha cometido Cuba algún delito que autorice el secuestro y liquidación de sus bienes a favor de los Estados Unidos?

La respuesta curiosamente la da el genial escritor Eduardo Galeano: “…el bloqueo contra Cuba se ha multiplicado con los años. ¿Un asunto bilateral? Así dicen; pero nadie ignora que el bloqueo norteamericano implica, hoy por hoy, el bloqueo universal. A Cuba se le niega el pan y la sal y todo lo demás. Y también implica, aunque lo ignoren muchos, la negación del derecho a la autodeterminación”.

El cerco asfixiante tendido en torno a Cuba es una forma de intervención, la más feroz, la más eficaz, en sus asuntos internos. Bien lo saben los bloqueadores… “Cuba queda condenada al desamparo. El bloqueo multiplica el canibalismo de un mercado internacional que paga nada y cobra todo.”

Para estas acciones la palabra “embargo” no cabe dentro del significado, por el contrario, trascienden este y llama al término “bloqueo”; al perseguir el aislamiento, la asfixia, la inmovilidad de Cuba.

Los yanquis alegan que Cuba es una amenaza para la seguridad de su país, pero no se paran a ver en la Pagina http://costofwar.com/ el costo de las guerras del Imperio, amenzando la seguridad nacional y los derechos humanos de los países invadidos.

Resulta contradictorio que hablen de derecho internacional y de derechos humanos en un país donde el dinero va delante y la política atrás, mientras que en la Isla las personas caminan tranquilas, sabiendo de sus garantías de vida.

Los cubanos somos y seremos solidarios, alegres y revolucionarios aunque siga el bloqueo, o embargo, como le quieran llamar. Tenemos el derecho de hacerlo … y el izquierdo .

Artículo publicado en 'De donce crece la palma: Un hogar para los que aman Cuba'    

viernes, 26 de agosto de 2011

¡Detengan ese loco!

Por Rafael Ballén Molina* 

Cuenta Aura Lucía Mera (El Espectador, agosto 9/2011) que asistió en Cotopaxi a una corrida de vaquillas, y que uno de esos animales se escapó del coso y comenzó a embestir a todo lo que encontraba a su paso: canecas, carros, carpas, gente. Es decir, el animal asumió su papel de vaca-loca. Y, que, ante el espectáculo, Mera no sabe por qué, en ese momento, se le “presentó la imagen del expresidente Uribe”. 

Quienes, con vaquillas o sin ellas, tengan la misma imagen, podrán, usando una figura literaria, exclamar fácilmente: ¡Detengan ese loco! Otros podrán decir que el exmandatario está más cuerdo que nunca, pero que actúa por reflejos condicionados como el perro de Iván Petrovich Pavlov, porque no puede ver una foto, ni una imagen, ni un escrito, ni escuchar declaración de persona alguna, que piense distinto a él porque reacciona, con las secreciones de sus vísceras, que destilan odio y venganza. 

Todo lo irrita: las investigaciones que promueve Santos, las decisiones de la Fiscalía, la foto del Eln, los discursos de Iván Cepeda, los éxitos del ministro Vargas Lleras, en fin. 

Si esta es la ficción, la realidad que nos quiere hacer creer Uribe, es más fantástica, aún. En mi libro La pequeña política de Uribe y sus simulaciones (5ª. ed. Temis, 2010) le preguntaba, al entonces primer mandatario, ¿cuándo conversamos? Siguiendo el rigor de la mayéutica quería que dialogáramos, sin que eludiera el tema de debate, como es su costumbre. El método socrático-platónico, es de mucha utilidad ahora, cuando el ex presidente debe someterse, no a uno, sino a varios procesos. Siguiendo esa metodología es imposible que Uribe pueda escabullirse, por lo menos de lo que dijo el 18 de agosto en la Comisión de Acusaciones. En efecto, negó que hubiese ordenado interceptaciones ilegales, pero con una lógica para principiantes, sí dijo por qué las habría ordenado, en cada caso concreto. A Piedad Córdoba, “por ser enemiga de la patria”; a Yesid Ramírez, “porque quería derrocar el gobierno”; a Iván Cepeda, “por entrevistarse con paramilitares en cárceles de Estados Unidos”; a Hollman Morris, “por ser publicista del terrorismo”; y al Colectivo de Abogados, “por ser defensor de terroristas”. 

Partamos de hechos ciertos: que Uribe, por principio o por vanidad, jamás contesta a quienes no sean sus pares: ni a los periodistas ni a los académicos. Si ese es el caso, tenemos que ir por etapas. Que sus pares, los expresidentes, organicen un diálogo con él, y aunque Uribe resople como un caballo de carreras, le hagan ver su falta de sindéresis. Si no acepta, o si de ese diálogo sacan la conclusión de que definitivamente no puede recobrar el equilibrio, es preciso pasar a una segunda etapa: someterlo a un tratamiento psiquiátrico. Esto lo habilitará para ir a la tercera etapa: responderle a la Comisión de Acusaciones, con argumentación jurídico-probatoria lo que sus jueces le pregunten, si éstos son capaces de asumir su papel de pares políticos, como está concebido ese juicio en la Constitución. Si se dejan llevar por las sendas torticeras e incoherentes de Uribe, es hora de recurrir a una cuarta etapa: un Tribunal Internacional. 

Lo que nadie puede permitir –ni los expresidentes, ni los gremios, ni las iglesias, ni los dirigentes de este país, ni sus presuntos jueces– es que a ciencia y paciencia, el expresidente Uribe siga sembrando el odio, y desconociendo el sentido común de la argumentación, tratándonos a todos como si fuéramos imbéciles.

* Rafael A. Ballén Molina es doctor en Derecho Público por la Universidad de Zaragoza (España) y director de la línea de Investigación Teoría Política y Constitucional y del Grupo de Investigación Hombre-Sociedad-Estado de la Universidad Libre de Colombia.