El pasado 7 de junio, en Medellín, Ana Fabricia Cordoba fue baleada dentro de un bus urbano.
Todos sabemos quién le disparó: fue la misma mano que abortó la ley de devolución de tierras de Lleras Camargo en 1959; la misma que tumbó una ponencia muy semejante, presentada por la oposición en 1999, durante la administración Pastrana; la misma que tumbó la ley de restitución que presentaron los parlamentarios Juan Fernando Cristo y Guillermo Rivera en 2009; fue la misma mano de aguerridos notarios, abogados, senadores, policías, ganaderos, paramilitares y multinacionales que trabajó sin descanso hasta la semana pasada en buses y en el Capitolio para atajar la iniciativa del Gobierno, y que seguirá trabajando ahora para volverla impracticable.
Es una mano vieja y poderosa que odia las chacras y cree ciegamente en los latifundios y en el modelo Carimagua.
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